He encendido una vela roja, de canela o vainilla, y me sentí caminando por las calles de san isidro, comprando dos enrollados para comer mientras esperábamos la hora de la función. Era “La fiesta del chivo”, libro que descubríamos mientras nos “adorábamos”. Es curioso como los sentimientos se reconocen mejor con el tiempo.
Ese día, 1 de abril, la pasamos juntas. Si hay algo que me gustaba de nosotras era esa tendencia a los planes inesperados, a dejar que las cosas fluyan. Juntas siempre terminábamos en los lugares más raros, inusuales, y era bello concluir el día pensando “hoy me acompañaste a conocer la ciudad detrás de la ciudad”. A tu lado, viajar en micro podía convertirse en un drama policial, en una tragedia griega o en un ataque de risa. También en amor, pero eso tú no lo sabías. Yo tampoco.
Ese día, como muchos otros, te adoré. Cuando recibí tus mensajes, cuando me fuiste a buscar, cuando te acompañe a la charla, cuando te hacía reír. Mientras caminábamos juntas, mientras me ponías tus aretes, mientras te enseñaba mi colegio, mientras me invitabas gatorade. Al momento de mirarnos, mientras me apoyaba en tu hombro, cuando apagaron las luces, te adoré.
Tu te preguntarás, “por qué estas recordando todo eso?”. Muy simple. Aquel día nos vimos gracias al pretexto de que yo tenía que un regalo para ti. Lo cargué toda la semana en el morral y ya temía que se estropeara. Era una vela, naranja y roja, con olor a canela. No sé en que momento de la noche te la di, solo recuerdo que, al verla, me abrazaste mientras yo decía, entre risas: “la encenderás el día de tu cumpleaños”.
Y hoy, 1 de marzo, me pregunto si habrás recordado empacar esa vela mientras hacías tu maleta. Faltan apenas unas cuantas horas para que, rodeada de gente que no conozco, recibas un año más de tu vida. Estoy segura que beberás mucho, que te sorprenderán con algún regalo. También habrá alguien que te hará reír.
Ese día, 1 de abril, la pasamos juntas. Si hay algo que me gustaba de nosotras era esa tendencia a los planes inesperados, a dejar que las cosas fluyan. Juntas siempre terminábamos en los lugares más raros, inusuales, y era bello concluir el día pensando “hoy me acompañaste a conocer la ciudad detrás de la ciudad”. A tu lado, viajar en micro podía convertirse en un drama policial, en una tragedia griega o en un ataque de risa. También en amor, pero eso tú no lo sabías. Yo tampoco.
Ese día, como muchos otros, te adoré. Cuando recibí tus mensajes, cuando me fuiste a buscar, cuando te acompañe a la charla, cuando te hacía reír. Mientras caminábamos juntas, mientras me ponías tus aretes, mientras te enseñaba mi colegio, mientras me invitabas gatorade. Al momento de mirarnos, mientras me apoyaba en tu hombro, cuando apagaron las luces, te adoré.
Tu te preguntarás, “por qué estas recordando todo eso?”. Muy simple. Aquel día nos vimos gracias al pretexto de que yo tenía que un regalo para ti. Lo cargué toda la semana en el morral y ya temía que se estropeara. Era una vela, naranja y roja, con olor a canela. No sé en que momento de la noche te la di, solo recuerdo que, al verla, me abrazaste mientras yo decía, entre risas: “la encenderás el día de tu cumpleaños”.
Y hoy, 1 de marzo, me pregunto si habrás recordado empacar esa vela mientras hacías tu maleta. Faltan apenas unas cuantas horas para que, rodeada de gente que no conozco, recibas un año más de tu vida. Estoy segura que beberás mucho, que te sorprenderán con algún regalo. También habrá alguien que te hará reír.
Yo, por mi parte, te extrañaré, pero solo un poco.
escrito en marzo, 2007
2 comentarios:
La nostalgia nos come la sombra a veces, nos quita pero también nos da, reucerda con cariño que eso no te hace menos, susurra su nombre con amor que eso te hace feliz.
Nos leemos.
Ya dixelo!!!!
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