mayo 23, 2009

espejo retrovisor

Parece que es poquito pero no. Poquito de importante quiero decir. No poquito de tiempo. Eso si es otra cosa. Palabras mayores. Con tildes, esdrújulas en su mayoría. Por ahì una que otra vocal fuerte, como tus dientes, como mis manos. Por ahí que comienza en E y en un segundo recuerdo cuando te servía un vaso de chela y tu:
"quieres emborracharme"
y yo, dos años después y rodeada de otra gente, solo atino al:
"jaja" facial
Y en un segundo, solo un segundo, logré revivir lo que me producías. No necesité canciones, ni recordarte explícitamente. Solo bastó con tomar la cristal (porque no había pilsen), coger mi vaso y llenarlo sin acumular espuma al final. Y listo. De pronto tu voz en mi mente, de pronto esa sensación de nuevo.
Pero, al igual que los días de verano, fue un momento efímero, fugaz. Ya de pronto me encontraba de nuevo viendo que la rocola ya no funcionaba, que ahora un cartel funesto declara "capacidad máxima: 75 personas". La visita al baño me deparó otra sorpresa: un tragaluz por el que entraba el aire limeño a congelarme el poto y las ilusiones de encontrar un poquito de pasado en los rincones sucios. Nada. Nada. Nada.
Nada mas que preguntarme números ahora, que hacerte la gilera antes. Con polos guindas por las tardes. Sin almorzar. Corriendo por el jardín. Cogiéndome de tus hombros para caminar. Brindando por tus llegadas.
Debiste quedarte allí sabes? Gracias por no hacerlo.

mayo 04, 2009

cálmame como a una vaca

Siempre pierdo las tiras de mis sostenes. Siempre tardo en tomar decisiones. Desde hace un tiempo veo la ciudad desde un rascacielos una vez por semana. La niebla rodea aquel piso alto mientras yo espero, sin mucho sentido, que alguien venga a habitar el espacio que es suyo. Invitada que espera a solas. Así me defino una vez a la semana. De pronto llega y mi mente vuelve rápidamente.

Hace unas semanas, esperando en un parque, tuve una conversación a solas. Ensayé el diálogo trunco entre aquel chico al que quise y yo, ahora. Fue casi mágico, la sensibilidad del momento es decir. Lo triste es no poder transmitirlo de la misma forma o no poder transmitirlo siquiera. Lo triste es compartirlo en el anonimato, con lectores que probablemente no conozca nunca.

A veces siento que soy muy joven para preocuparme de tantas cosas. Y cuando digo preocuparme en realidad es un estado exagerado de tensión y tristeza, como ahora después de recibir una noticia no deseada. Por qué no puedo tener un tiempo? Por qué no puedo dejarme fluir un poco? A veces lo urgente no deja paso para lo vital. Pero no hay con quien compartir aquello vital. Las contradicciones asoman pronto. Yo que apelo por una vida ascética (es mejor estar solo que sufrir por las vicisitudes que amar a otro te depara- mi mantra casi) pero me noquea rápidamente el no sentir que puedo expresar lo que siento a las personas que me importan. Si, es curioso. Pero no puedo demostrar cuanto quiero a algunas personas que quiero mucho. No puedo, lo temo, no quiero perder.

La tristeza sale cuando bajo la guardia. Y qué chucha.