febrero 03, 2010

tardes frías de verano

Ultimamente, sólo abro word para cumplir. Para funcionar. Para mandar los archivos pendientes del trabajo, para retomar proyectos olvidados. No me gusta escribir así, esas cosas. No puedo ver mi letra, la forma cómo separo las frases, mis letras corridas al lado de mis letras imprenta. No son solo detalles.

Ultimamente, me aguanto más que nunca. No quiero ver a mucha gente, suficiente tengo con la conversación que mantengo conmigo misma. Apenas digo “hola” y la persona frente a mi comienza a disparar frases con el descuido de algún borracho. Muchas veces ni puedo escuchar tanta verborrea. Tengo bajo la manga algunas frases hechas que permiten creer que estoy siguiendo la conversación. Siempre me ha funcionado. Pero mi capacidad de tolerar, de jugar a ese semblante es mínima ahora.

Estas semanas, duermo más de la cuenta. Es mi droga. Puedo tener un torpedo en la mente pero basta dormir para ver las cosas de una manera más distanciada, más calmada, más impersonal.

Y, para cagarla más, los lunes te miro sin saber qué decir.

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