1.
LO conocí mientras la esperaba. Un par de horas antes saqué del closet el mejor outfit que llevé para ese viaje, pensando en que si ella había ido hasta allá solo para joder, mejor sería darle la chance al destino de que pueda pasar algo más. A lo lejos, L. saludaba y comenzaba a acercarse. Una oportuna huida hacia el baño me daría más tiempo. La llamé para saber si estaba cerca y su celular me mandaba directo a la casilla de voz. De pronto, J. se acerca y dice “creo que X no vendrá, hablé con ella hace un rato y me dijo que ya estaba en pijama”.
La gente que estaba conmigo no entendió nunca por qué es que empecé a tomar como si el tiempo se terminara, ni mucho menos comprendió las miradas que lanzaba alrededor del lugar, como buscando a alguien. Buscaba una presa, alguien con quien vengar la noche. Y justo en ese momento, L apareció.
La música y la chela ponían de su parte para exorcizar mi orgullo herido a tres mil metros sobre el nivel del mar. No se ni siquiera en qué momento comenzamos a agarrar. Lo que si recuerdo fue una frase, precisa y efectiva, como las buenas cosas:
LO conocí mientras la esperaba. Un par de horas antes saqué del closet el mejor outfit que llevé para ese viaje, pensando en que si ella había ido hasta allá solo para joder, mejor sería darle la chance al destino de que pueda pasar algo más. A lo lejos, L. saludaba y comenzaba a acercarse. Una oportuna huida hacia el baño me daría más tiempo. La llamé para saber si estaba cerca y su celular me mandaba directo a la casilla de voz. De pronto, J. se acerca y dice “creo que X no vendrá, hablé con ella hace un rato y me dijo que ya estaba en pijama”.
La gente que estaba conmigo no entendió nunca por qué es que empecé a tomar como si el tiempo se terminara, ni mucho menos comprendió las miradas que lanzaba alrededor del lugar, como buscando a alguien. Buscaba una presa, alguien con quien vengar la noche. Y justo en ese momento, L apareció.
La música y la chela ponían de su parte para exorcizar mi orgullo herido a tres mil metros sobre el nivel del mar. No se ni siquiera en qué momento comenzamos a agarrar. Lo que si recuerdo fue una frase, precisa y efectiva, como las buenas cosas:
“Vamos a otra parte?”
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