julio 15, 2009

surtido de fruta

Las curvas de tus manos son graciosas. Uno se pregunta: cómo es que unas manos podrían causar gracia? Yo contestaría que no han visto las tuyas. La verdad es que quería hablar de otra cosa, otra cosa acerca de ti, y solo se me ocurrió nombrar tus manos. Delgadas, manos de pianista. Manos de hombre desesperado y triste. Manos que, al tenderse, crean puentes resistentes a pesar de su fragilidad. Manos, hombros, brazos delgados. Camisas que son injustas con tu torso de joven con flaquezas. Polos que te dibujan mejor, pero se quedan cortos. Eres flaco, y así te quiero.

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No importa que de un tiempo a esta parte solo vea fotos tuyas al lado de aquella mujer que ahora te quiere. Me alegro de ver sus miradas, me imagino tus rutinas para ir a verla. Alistándote para pasar una velada familiar. Quien diría, no querido?. Una familia que te quiere, que te ha adoptado como un miembro (será temporal?) más. Tu timidez traspasa barreras y, muy a pesar tuyo, seguro los has conquistado.

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Fue una suerte ponerme ese short tan corto. Ese look veraniego de “elañoterminaperoyoreciencomienzo”. Fue el destino que, horas previas a celebrar aquel ritual mundial, viniera a encontrarme contigo. O mejor dicho, con aquella chica que ahora te quiere y tu, despistado. Son bromitas de la vida sabes? Cagaditas, si quieres. De pronto alguna divinidad se emborracha y quiere jugarnos una pasada. Se cagan de risa mientras yo trato de descifrar algo. De ver en aquello lo que está más allá de lo evidente. Pero hoy estoy con flojera. Así que ignoraré la mirada de tu novia al verme allí, mi repentino disimulo en forma de conversación interesante con mis amigos, aquella persona que se dio cuenta de lo que pasaba y yo, alegrándome de que lo primero que viste al iniciar el año fuera este par de piernas que te perdiste.

julio 01, 2009

I heard love is blind (pero no)

What do you expect?
You left me here alone
I drank so much and needed to touch
I heard love is blind. Amy Winehouse


Hubiera querido que fuera distinto. Una versión mía desatada, frenética, llevada por el momento, eterna. Hubiera querido no detenerme a mirarte sino a disfrutarte. Creer que era eso lo que en verdad deseaba. Sonidos de saxo, picos y desniveles, alcohol lejano. Tocarte y en verdad sentirte. Ser tocada y en verdad gustarme. Pero no. No debería darme cuenta del frío de la noche.

Las escaleras no eran las mismas después, al bajar. La cortesía había desplazado a las ganas de tener ganas. La consideración se robó el momento. Regresamos. Te fuiste rápidamente. Y justo dos segundos después, me tocó marchar.